24.11.07

Cine

He visto una película en la tele: subtriturada.

14.11.07

Ó (mikrón)

Si todos los mandamientos (religión, ideología, literatura, periodismo, deporte, etcétera) se resumen en dos, A y Ω, y tales mandamientos se niegan en mutua e interminable paradoja, de modo que todo A es infame para Ω y todo Ω es infame para A, tal vez haya que irse poniendo a pensar en dejar de la lado o ignorar a A y a Ω y limitarse a ser tan solo ό (mikrón) en singular (y no creer, y no votar, y no leer, y no prensar, y no sentir ningún color, y tampoco etceterar), pues todo lo demás es demasía.

10.11.07

Iconografía

Para el Señor de Portorosa
En ‘El juez de la horca’, de John Huston, el juez Roy Bean (que es Paul Newman) siente una veneración adolescente, estética, casi religiosa, por la señorita Lillie Langtry (Ava Gadner), una actriz británica en cuyo idolatrado nombre implanta su propia ley al oeste del río Pecos. La producción industrial de símbolos, ídolos, iconos, de belleza física que es en gran medida el cine nos convierte a todos en secuaces de Roy Bean. Así las cosas, si tuviera que colocar una imagen femenina para impartir justicia en un saloon del ‘far west’ ampliaría una vieja foto en blanco y negro de Faye Dunaway. Pero como los símbolos son inalcanzables y la perfección no existe, tal vez me sentaría en una terraza de los Campos Elíseos para ver pasar a la joven norteamericana que pregona el New York Herald Tribune en ‘A bout de souffle’, de Jean-Luc Godard. La fotografía que adjunto, sin embargo, está en consonancia con el desventurado final de la muchacha que, si en la película de Godard, citando a Faulkner, entre la pena y la nada elige la pena, en la realidad del dolor y el sinsentido eligió definitivamente la nada. No se trata de una evocación manriqueña (recuerde el alma dormida, etcétera), sino de una prueba documental y un testimonio: no pude pasar de largo, en el cementerio de Montparnasse, sin usar la cámara.

6.11.07

Vejajajación

Cuando alguien a) dice que se siente humillado y b) se parte de risa (o jajajea) al decirlo, no cabe pensar que de la contradicción entre el modus y el dictum se derive una mera anulación jerárquica de a) sobre b) o de b) sobre a), esto es, que la risa, por ejemplo, haga inverosímil la sensación de humillación o viceversa, sino que se produce una radical anulación recíproca o, más claramente, que es falso el modus y falso el dictum, que cada uno manifiesta la falsedad del otro, porque no se complementan, sino que se dinamitan, que es falsa la humillación y falsa la carcajada, que se encubre una falsedad con otra falsedad, porque entre falsedades anda el juego, y que lo que aflora a la superficie es un potaje cuaresmal de pecados capitales con guarnición de varia e irreversible y rancia patología.

4.11.07

Carrilizar

Durante mucho tiempo, en los puentes y en las fechas de desplazamientos masivos, he disfrutado del notable privilegio de ir contra corriente, esto es, de dirigirme al sitio de donde la gente huía y, cumplido el plazo de ocio y ajetreo, salir del sitio al que gente regresaba, lo que, en términos automovilísticos, se traducía en tener la carretera (casi) para mí solo. Hasta que, con la proliferación de autovías y en previsión del caos, las autoridades del tránsito rodado han decidido que los menos vayamos de uno en uno, a paso lento de camioneta, y que los más vayan de tres en tres, para no ir a paso quieto. El caso es que en uno de estos mansos trasiegos me pasé el viaje divagando morfologías. Un anuncio digital de carretera avisaba de modo intermitente de la situación que yo iba padeciendo durante kilómetros y kilómetros, cientos y cientos de conos rojos, frágiles, irregulares y volanderos: CARRIL IZADO, leía una y otra vez. Y, entonces, recordando un ensayo (por muchos motivos memorable) de Ferlosio en el que, junto al verbo traspunte y los adverbiales tristes, estudiaba los sustantivos formados por verbo más complemento directo (cortaúñas, pintamonas, destripaterrones), decidí indagar en la posibilidad contraria: verbos compuestos por un complemento directo y otro verbo. A la vista tenía el ejemplo estelar: «carrilizar» (acción de levantar conos rojos en el centro de la autovía, etcétera). Su empleo, incluso, permitiría ironías, burlas, quejas, broncas, titulares: «La DGT carriliza la A-VI», mensajes predeterminados, etcétera. Así, con más o menos encono o enconía según los casos, he ido entreteniendo y padeciendo mis tristes y desesperantes carrilizamientos. Hoy, sin embargo, en un regreso prematuramente «carrilizado», he advertido con desencanto un error de percepción: el letrero que me obsesionó tiempo atrás no decía CARRIL IZADO sino CARRIL IZQDO. Y debajo, entre la descripción y la vulgaridad: CORTADO.