29.12.13

Enhorabuenas

Con apenas cuatro días de diferencia entre uno y otro, he recibido un par de elogios transeúntes, no sé si intransitivos: el primero, por ‘El espíritu amargo’; el segundo, por ‘El acento áspero’. Sín transit.

27.12.13

Dilema

Se me plantea de un tiempo a esta parte una duda que, en el momento justo, nunca sé resolver con determinación. Cuando subimos hacia Antón Martín, en Madrid, un poco más arriba del bar Parrondo hay una mujer sentada con un cartel que da cuenta sucinta de sus penas y sus necesidades. «Soy una mujer triste», es lo primero que se lee. Al llegar a su altura saluda siempre: «Buenos días». También aquí, bajando hacia correos, en la puerta del Covirán, nos da los buenos días un hombre necesitado. Como he encontrado en sitios varios casos similares, llego a una conclusión: que los procedimientos de la mendicidad han evolucionado, de modo paralelo a las técnicas publicitarias, aunque no en el mismo sentido. Mejor sugerir educadamente que clamar en el desierto, como el mendigo de la vieja escuela con abono en Preciados, que alterna el vaso de plástico en la boca o la postura orante en que brama «Tengo hambre» con voz de caverna y ultratumba. Mi duda, en cualquier caso, es que no sé si responder al «buenos días» de estas mendicidades, un buenos días con apariencia de función social desiderativa en el que prevalece, sin embargo (eso creo), la voluntad apelativa mediante una inversión de los elementos y una sutil inclusión de la apelación en la fórmula del deseo. Hay, naturalmente, una respuesta adecuada a ese «buenos días»: responder con otro «buenos días» y depositar una moneda en la bandeja petitoria dispuesta a tal efecto, una caja de cartón, una gorra, una hoja de periódico, un exiguo top manta, en suma, de cobre y centimillos. La duda surge cuando no hay moneda ni voluntad de moneda: cómo decir tan sólo «buenos días», sin más —sin más, subrayo—, y seguir de largo. Cierto es que la mujer triste de Parrondo y el hombre del Covirán no me dirían buenos días fuera del puesto petitorio, que sus buenos días es un instrumento laboral, pero cómo responder con sólo educación a lo que es necesidad y no sentir vergüenza. He ahí, pues, el dilema.

3.12.13

Propterea

Parecemos destinados a padecer en primer lugar, apenas se abre un libro nuevo, por las intercadencias de la errata (hay constancia). El caso es que, como viene de lejos el eco del verso 1080 del libro tercero de ‘De rerum natura’, de Lucrecio (ya, de hecho, en el viejo documento asomaban y —¡así es la rosa!— aún asoman las vergüenzas), no tuve mejor acuerdo que emplearlo recientemente (con el 1081) como obertura: «Propterea uersamur ibidem atque insumus usque / nec noua uiuendo procuditur ulla uoluptas». Tengo a mano tres versiones del poema, la del Abate Marchena en endecasílabos (Orbis), la de Eduard Valentí Fiol (Bosch) y la de Francisco Socas (Gredos) que, por orden de aparición, traducen: «Además, que viviendo mucho tiempo, / la misma tierra siempre habitaremos, / ni con vivir nuevo placer se inventa», «Por lo demás, giramos y permanecemos siempre en el mismo círculo, y ningún nuevo placer nos forjaríamos viviendo más tiempo» y «Además, nos movemos siempre y andamos en el mismo sitio sin que por vivir se nos fragüe ningún deleite nuevo», a las que cabe añadir la que transcribe Pío Baroja como cierre del tercer tomo de sus memorias, allá lejos, al final del camino: «Por lo demás, volvemos a lo mismo y partimos de lo mismo», lo que me llevó a pensar que «uersamur ibidem atque insumus usque» bien podría servir como definición de palíndromo, como reconocimiento de la reincidencia, como ambas cosas e incluso, ya metidos en faena, como recordatorio de la sed de sal. Viene todo esto a cuento de que, a raíz de una entrada del blog de Álvaro Valverde, y después de las vueltas con que había mareado yo a Lucrecio, al ‘De rerum natura’ y, en particular, al verso 1080 del libro III, apenas cayeron mis ojos sobre la cita inicial advertí, no sin sonrojo, que, salvo ignotas audacias textuales —o lectio difficilior!—, donde Lucrecio había escrito «praeterea» yo me había empeñado una y otra vez en escribir «propterea» y había, por tanto, elevado «además», «por lo demás», a consecuencia, distracción, descuido o ignorancia de los que no dejaré de avergonzarme por los días de los días.