21.5.11

Aférrimo

En un examen de literatura un joven bachiller escribe que cierto personaje había sido en su juventud un creyente aférrimo. La invención es (valga la paradoja) perfecta a medias. Si el genio subterráneo de la lengua se manifiesta con énfasis en el ingenio o en la ingenuidad de la etimología popular, como demuestra la circunstancia cierta de que nunca haya encontrado la fe un adjetivo que le convenga tanto, en esencia, como, precisamente, el desliz analógico o la inocencia fónica del joven bachiller, una fe aférrima (férrea, de hierro) más fuerte y elocuente que la de carbón, empobrece previamente el joven bachiller con desaliñada antítesis gramatical todo fulgor semántico: un creyente aférrimo y un pretérito pluscuamperfecto.

15.5.11

Demolición

Cuando la piqueta alcanza a una casa vieja de varias plantas, durante el tiempo en que el solar aguarda su designio inmobiliario, el transeúnte choca cada día con los rectángulos polícromos que sobreviven a las ruinas. En la pared del fondo y en los muros laterales se recortan, como paneles verticales, las caras ciegas de antiguas habitaciones, cuadros de una fisonomía indeleble: colores desvaídos, miniaturas de papel pintado, azulejos reservados. Sirven de marco líneas gruesas de tabique en carne viva, la entraña desgarrada e irregular del cemento y la cal, del ladrillo y la piedra. A menudo quedan huellas de la memoria: el lugar de un retrato o un espejo, la longitud de un armario, la latitud del cabecero o de la cómoda. Prevalece en general el deterioro, el abandono, la desidia interior y espesa de la huida. A veces, ante la inminencia del derrumbe, el último morador se ha recreado, contra la pulcritud, en venganzas materiales y agresiones negras. El conjunto recrea contrastes de segmentos y polígonos, réplica de esas parcelas labrantías que sobrevuelan los aviones en la meseta peninsular. Los muros de una casa derruida, con sus retazos de papel pintado y su policromía, semejan la representación vertical, con solo fondo, de un mapa doméstico y urbano, una apariencia de museo en que las figuras han abandonado el lienzo, pero esa geometría secante, zozobra en vilo de la intimidad anónima, enmarca en el vacío del aire los misterios cerrados de la soledad y de la noche, la fantasmagoría arqueológica de una historia secreta del hombre y la mujer, cuya consistencia se ha desmoronado, como se desmorona siempre, a la postre, toda realidad humana.

13.5.11

Artículo de fe

«Nada de volar desde Barcelona, le dije. Yo soy una creyente estricta, de hecho, una Testigo [de Jehová], pero no confío en las líneas aéreas de los países cuyos pilotos creen en la otra vida. Se va más seguro con los incrédulos» (Muriel Spark, ‘El asiento del conductor’, Contraseña, pág. 86).

10.5.11

Calambur

Cuanto más cuesta menos vale.

7.5.11

Peonía

Como el anapesto consta de dos breves y una larga —ooó—, en su día me etretuve en la composición de un tridecasílabo anapéstico —verso de trece sílabas con disposicón acentual ooó ooó ooó ooóo: «el camino que lleva a los pies de tu alma / me fatiga, destroza, derrota y desalma…»—, y ahora, matinal tras el quiosco, y a causa de la versatilidad del peón —por ejemplo 4º: oooó—, ando dándole vueltas a un tridecasílabo peonio, peonero o peoniáceo —oooó oooó oooóo—, como puede apreciarse en el siguiente titular de hoy y hoy: «Los hortelanos sacan hoy a San Gregorio». Procesionar es un recurso responsorio. Etcétera.

1.5.11

Mandamiento

No antepondrás la santificación a la santidad.