28.10.07

Vaticanidades

La peldaños de la santidad o de la canonización, según la iglesia católica, son tres: venerable, beato y santo, lo que podría asimilarse a otras numerosas trinidades del mundo y sus jerarquías, como la enseñanza primaria, media y universitaria, como los sectores primario, secundario y terciario de la economía o como los grados positivo, comparativo y superlativo del adjetivo, pero, puesto que «venerable» no goza de ningún prestigio santoral y en vista de que la declaración de santidad se mueve en las alturas de la creación, del diseño político y de la ingeniería teológica, más cabe pensar, según creo, en aparejadores o peritos de santidad (técnicos de grado medio) y en arquitectos o santos ingenieros (técnicos de grado superior, cum laude atque aureŏla), esto es, en una forma de humillación que reduce a campeonato -oro, plata y bronce- las bondades del individuo y a mercancía -oro, incienso y mirra- sus consecuencias.

25.10.07

Tautología

Nunca deja de extrañarme la pregunta recurrente que (como ahora, cuando un periodista entrevista a Woody Allen y se interesa por la frecuencia de asesinatos en su filmografía) dice: «¿Existe el crimen perfecto?». Supongo que, en origen, «crimen perfecto» (como «justicia poética») es una categoría narrativa, un recurso dramático (o, si enredamos con las palabras, un aliciente «tramático»). Pero en la realidad coloquial, haciendo protagonista al criminal (sujeto agente) y anteponiendo la culpa, el juicio y la condena a la circunstancia irreversible de la muerte (sujeto paciente), se emplea «crimen perfecto» como mero sinónimo de «crimen impune». Por el contrario, cambiando el punto de vista, se invertiría de raíz la conclusión: si hay cadáver, el crimen se ha cumplido; si hay víctima, todo crimen es perfecto.

23.10.07

Loquitur

«Dejemos las palabras y pasemos a los hechos», dice el locutor radiofónico a estas horas de la mañana.

21.10.07

TPD

Leo en el periódico recién acentuado (gentes de doble filo dicen prensa socialdemócrata) que, tras la malintencionada insistencia de la aguerrida presidenta madrileña copando la conversación en una comida protocolaria, el rey «dijo tres palabras duras». Lo oigo luego en la radio: «tres palabras duras». Como no dudo de que fueran, en efecto, «tres palabras duras» (estaba presente el presidente de la real academia, se había celebrado una reunión del patronato del instituto cervantes, se agasagaba a honorables embajadores latinoamericanos: mucha castellanía, pues) y como ando aquí enredando en el teclado, me planteo el enigma, un enigma real y regio. ¿Qué tres palabras? Y no se me ocurre solución. «Caca, culo, pero, pis» no pudo ser: son cuatro. Tampoco creo que fuera un trío yuxtapuesto: «Gañán, faquín, belitre», por ejemplo, como le dijo don Quijote a Sancho cuando menospreció a la sin par Dulcinea, ni una reiteración copulativa: «Joder, joder, joder», pongo por caso, como exclamaba un veterano cómico de la escena y la tv, ni una enumeración grosera sacada del diccionario secreto del viajero alcarreño, ni una blasfemia trisulca (las blasfemias, de hecho, dada su sustancia escatológica, requieren un pronombre, un verbo y una preposición antes de llegar a destino, esto es, no son tres palabras, o, en todo caso, sufren una reducción coloquial de base dos: «Mecagüen to»). ¿Las tres palabras eran duras o lo era sólo una?, me pregunto: ¿«A la mierda», como dijo el grandioso y polifacético hombre de cine y letras?, ¿«Hijos de puta», como se dice tan frecuentemente?, ¿«De puta madre», con ironía borbónica a tenor del comentario patrio de la bizarra y aristocrática presidenta? No voy a poder hacer nada de provecho en toda la tarde dándole vueltas al asunto: ¿qué tres palabras duras, majestad, dijo su majestad?

14.10.07

Vividura

He visto en la Gran Vía dos o tres serespañoles. Son muy suyos.

[Y me he preguntado si don Américo aún hablaría de «vividura», esa curiosa (no sé si cursi) ontología existencial de la historia]

13.10.07

13-O

Para Felisa Gallego
Por una parte, tomando como metáfora la lucha fratricida entre gemelos, cabe decir que «cuanto menores sean las diferencias fundamentales entre los dos partidos, tanto más implacable es su mutuo odio» (pág. 24), pero, por otra, dice, «el lobo no es un depredador de otros lobos: lupus lupo lupus sería una difamación» (pág. 95), de modo que por entre estas dulces y crudas y lúcidas ambigüedades del áspero y adusto Nobel sudafricano J. M. Coetzee, ‘Diario de un mal año’, Mondadori, 2007, voy entreteniendo el puente, octubre y la dichosa y ominosa y rojigualda hispanidad de hispanidades.

12.10.07

12-O

¡Españolas, españoles,
pa'lante con los faroles!
¡Sostenidos o bemoles,
lo que importa son los goles!