El título de un libro en un escaparate, ‘Todas las criaturas grandes y pequeñas’, me hace evocar unos versos que ideé ad hoc para mostrar el sentido que a veces podía tener en métrica el encabalgamiento. Dígase, por ejemplo, el siguiente verso, proponía:
En las ciudades grandes y en la chicas...
para, tras una pausa, forzando incluso los puntos suspensivos con la sugerencia tramposa de un análisis gramatical, terminar la estrofa tal que así:
En las ciudades grandes y en la chicas
que recorren sus parques por la tarde
siempre advierte el tahúr un turbio alarde
de espadas, bastos, tréboles y picas,
donde, por cierto, sólo el primer verso y la mitad del segundo eran fijos. Con los cursos, dadas a la improvisación, las chicas recorrieron los parques en otras muchas circunstancias —solitarias, en verano, por la noche, con tristeza— de las que en cada caso dependía, naturalmente, el ingenio consonante, la musa súbita. ¡Qué tiempos!