28.7.07

Pallawer

Oigo a unos jóvenes burlarse de otros jóvenes porque les ha dado a estos últimos por usar «pallawer», por marcar su diferencia con el empleo distintivo, simbólico, pijo y pijotero de sus «pallawer» o «pallahuer». En realidad, pronuncian «pálauer», palabra esdrújula, o tal vez «pálagüer», pero como imagino que se refieren a alguna marca de indumentaria anglosajona tiendo a rellenar mentalmente con elles y uves dobles o haches la fisonomía ortográfica del vocablo. Al final, sólo preguntando consigo comprender. Hay un tipo de zapatillas andariegas y resistentes que en mi infancia se llamaban alpargatas (o incluso «pargatas», según celebrada modalidad dialectal) y que María Moliner define como «calzado rústico hecho de lona, con el piso de cuerda de cáñamo o esparto arrollada formando una plancha de la forma de la suela». Durante mucho tiempo ese calzado rústico no era mercancía propia de zapaterías nobles (que son las de vestir) y sólo se encontraba en tiendas de aperos de labranza, donde compartía pared o escaparate con sombreros de paja, sogas, abarcas, cayados, alforjas, cantimploras de aluminio, hoces, azadones y demás ruralia. Ahora, me dicen los primeros jóvenes, esas zapatillas de esparto o alpargatas (supongo que con minuciosas innovaciones de diseño) se han puesto de moda entre cierta juventud. De ahí, de su origen campesino y de su paradójico agiornamento, la deriva morfológica: pálauer, o pálagüer, o pállahuer, o pallawer: para la huerta, pa’la huerta, pálahuer, pallawer.

22.7.07

πριμορες

Me pregunto si leer una frase como (y es un ejemplo casi al azar) «¿existe un conjunto infinito de números de dimensiones mayores que el conjunto de todos los números fraccionarios, pero que al mismo tiempo no sea tan grande como el conjunto de los números reales, incluidos los números irracionales como π, y cualquier otro número cuya expresión decimal sea infinita y no periódica?» (Marcus du Sautoy, ‘La música de los números primos’, Acantilado, pág 326), no entender nada y seguir, sin embargo, leyendo con pasión estival se deberá a la percepción de un ritmo poético subterráneo, a la eficacia narrativa del devenir de la matemática o a la consideración de π, de la función zeta (ζ), de la hipótesis de Riemann o de la conjetura de Gaus como meros McGuffin de una intriga accidental acomodada a mi ignorancia.

20.7.07

Sintagma

«Abordaje humanitario»: lo oigo en una emisora de radio a propósito del último y desventurado naufragio de patera, cayuco o «cestilla de papiro» de Moisés: un eufemismo más, apaciguamiento de conciencia con paracetamol gramatical.

19.7.07

Cineclub



Fotografía tomada esta mañana en la Facultad de Ciencias Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid (magnifico a propósito la prosopopeya imperial por contraste con la alteración de la imagen, del texto de la imagen). Como no siempre puede sonar la música de los números primos, no he podido resistir la tentación de traer aquí esos dos impercpetibles trazos del título. Debió de ser, sin duda, una función memorable.

13.7.07

Floro (y II)

Siguiendo, pues, con Floro, leo: «Y los más sanguinarios de los enemigos no fueron sometidos sino con sus propios métodos, pues los prisioneros fueron torturados a hierro y fuego; pero nada les pareció más atroz a los bárbaros que verse obligados a sobrevivir a su castigo: sus manos habían sido cortadas», (‘Epítome’, I, 39, pág. 219). Me quedo colgado de las palabras cursivas, las releo, las marco, me entretengo, busco la versión latina: «Quippe in captivos igni ferroque saevitum est; sed nihil barbaris atrocius visum est quam quod abscisis manibus relicti vivere superstites poenae suae iubebantur». Puesto que el epitomador ha llenado el epítome de crueldades y virulencias y vesanias y apoteosis sanguinarias, no es la sustancia del texto la que me detiene, sino su formulación, el eco retroactivo de otro texto siempre presente en la conciencia literaria contemporánea, es a saber: «Sin embargo, las manos de uno de los señores estaban ya en su garganta mientras el otro le clavaba el cuchillo en el corazón haciéndolo girar allí dos veces. Con ojos que se quebraban, K. vio aún cómo, cerca de su rostro, aquellos señores, mejilla contra mejilla, observaban la decisión. “¡Como un perro!”, dijo: fue como si la vergüenza debiera sobrevivirlo», (Kafka, ‘Obras completas, I’, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1999, pág 662). «De cómo por medios diversos se llega a un fin semejante» se titula el primer ensayo de Montaigne. «Demuéstrese la influencia de César Vallejo en un soneto de Quevedo», vino a decir, más o menos, Francisco Rico, tal vez en cuarentena. «El hombre es afectado por la imagen de una cosa pretérita o futura con el mismo afecto de alegría o tristeza que por la imagen de una cosa presente», dijo Spinoza, de donde la paráfrasis: «Un texto es afectado por un texto futuro con el mismo grado de eficacia que por un texto pretérito». En fin: conexiones.

11.7.07

Floro (I)

Como en una de las opciones del examen de Historia de selectividad cayó un texto de Floro (en concreto, II, 33, «Guerra contra los cántabros y astures»), me ha dado por leer el ‘Epítome de la historia de Tito Livio’ (Gredos, Madrid, 2000) y por marcar una frase allí y otra acullá del ilustre «epitomador» (tal título le dan los traductores). Anoto un par de ellas. La primera: «Durante el asedio de los faliscos pudo observarse la admirable integridad de nuestro general [Marco Furio Camilo], puesto que voluntariamente les devolvió, atado, a un maestro de escuela, traidor a su ciudad, con los niños que se había llevado consigo; pues este hombre digno y sabio tenía conciencia de que sólo es auténtica la victoria que se obtiene sin menoscabo del honor y con la dignidad intacta*» (pág 119). La segunda: «Décimo Bruto se extendió luego más, hasta los celtas y lusitanos y todos los pueblos de Galicia, y, tras haber alcanzado el río del Olvido [¿Lima?, ¿Miño?], temido por los soldados, y recorrer como vencedor el borde del Océano, no volvió atrás antes de haber contemplado, no sin cierto temor por el sacrilegio, la caída del sol al mar y el eclipse de su incandescencia en las aguas» (pág. 196). Copio la primera con pesadumbre política; la segunda, por su fulgor poético. Ambas son ejemplares.

*También Plutarco recoge la anécdota en el parágrafo X de la vida de Camilo: «Pues este maestro se propuso hacer traición a los Falerios por medio de sus hijos; para lo cual los sacaba cada día al abrigo de la muralla, al principio muy cerca, y luego, después de haberse ejercitado, se volvían a entrar. Adelantando desde entonces poco a poco, los acostumbró a estar confiados, como que no había motivo de recelo, hasta que, por fin, en una ocasión en que estaban todos reunidos, los llevó hasta las avanzadas de los Romanos, y se los entregó, previniendo que le condujesen a presencia de Camilo. Conducido y puesto ante él, le dijo que era maestro y preceptor, pero que prefiriendo el deseo de hacerle obsequio a las obligaciones de justicia en que estaba, venía a entregarle la ciudad en aquellos niños. Hecho atroz le pareció éste a Camilo, y vuelto a los circunstantes: “¡Qué cosa tan terrible la guerra! —les dijo—: pues es forzoso hacerla por medio de muchas injusticias y violencias; pero, con todo, para los varones rectos tiene también sus leyes la guerra, y no se ha de tener en tanto la victoria que debe buscarse por medio de acciones perversas e impías; pues el gran general más ha de mandar fiado en la virtud propia que en la maldad ajena”. Y entonces mandó a los lictores que despojasen al maestro de sus vestidos y le atasen las manos atrás, y que a los niños les diesen varas y látigos, para que, hiriéndole y lastimándole, lo llevasen así a la ciudad». Dichoso afán este nuestro de ir subrayando moralidades, como si la moral fuera una cuestión cursiva.

10.7.07

& Incombustibles

No son quid ni porqués, que son prefijos,
burla de sinalefa y triste hiato.

9.7.07

Irrevocables

«Porque quiero ocuparme de mis hijos»,
‘bono’ porqué pour dimitir un ‘rato’.

6.7.07

Kamikazes

El llamado conductor suicida, o kamikaze de autovía, que avanza a velocidad de circuito por el carril contrario no está tanto exhibiendo temeridad o demostrando sangre fría como proclamando su fe en la humanidad: está seguro de que quien venga de frente terminará apartándose. Podría decirse lo mismo de otras muchas temeridades y otros muchos contramandamientos (que el ladrón certifica el carácter social del dinero, que el blasfemo corrobora la existencia de Dios, etcétera), a saber: que se basan precisamente en aquello contra lo que actúan y que, aparte del mal que puedan ocasionar, sólo incrementan la solidez social o humana o religiosa contra la que alzan su delirio. No así, tal vez, tristemente, y en el sentido amplio de los tres poderes, algunos sonoros políticos (de «polis», para mayor indignidad e indignación): su kamikazería, su hurto y su blasfemia se deben a su mala fe, a su inhumanidad, a su falta de fe. Hay una «a-» que llaman privativa y un «in-» que significa negación. Abundan los prefijos. Agítense.

5.7.07

Lorquiana

¡Que no quiero verlas!

¡Que yo no quiero ver actas,
ni fotocopias, ni réplicas!

¡Que no,
que no quiero verlas!

1.7.07

¡Niña!

«Pero ¡niña!», grita airada la madre, «¿tú eres boba… o te pasa algo?». Estamos en un bar, a mediodía. Es sábado. A la niña se le han caído unas patatas fritas y las mira desconsolada, como intentando entender la desventura y absorta en tan irreparable pérdida, ajena a la ira y la ironía maternas. «Me pasa algo», responde. «¿El qué?», pregunta la madre. «Soy boba», dice la niña sin apartar los ojos del suelo, de las patatas.