Ergo sum
Sentencias latinas como «verba volant, scripta manent» o como «ars longa, vita brevis» se vienen repitiendo tantas veces y desde hace tanto tiempo que ni se nos ocurre discutir su contenido, entre otras cosas porque son o parecen literalmente ciertas: lo oral, en efecto, caduca antes que lo escrito y la vida del artista es más breve que la de su obra. De ahí que al leer una frase como «nosotros pasamos, el arte no permanece» (Pierre Michon, «Cuerpos del rey», Anagrama, p. 23) haya que volver sobre tales sentencias y convenir en que donde he escrito «son, parecen, caduca, es» (en presente) debería haber escrito «eran, parecían, caducaban, era» (en imperfecto) y no por el avance de las tecnologías (magnetófonos, vídeos, cedés, deuvedés, etcétera), sino por el mismo vértigo de un presente en que ni el arte es duradero ni los escritos permanecen y por la circunstancia social en la que todo escrito y todo arte tienen apenas una vigencia puntual y momentánea, efervescente, como los genéricos de la industria farmacéutica. Sin embargo, tal vez la frase de Michon pueda volverse del revés, «nosotros no pasamos, el arte permanece», admitir certera explicación y entonces estaríamos ante dos verdades compatibles y contrarias, algo que ocurre, por lo demás, con constante frecuencia. No sé, no sé.