30.5.08

JRJ

...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,
y se quedará mi huerto con su verde árbol
y con su pozo blanco.

Pasarán los crepúsculos dorados,
las campanas se olvidarán del ánjelus,
el cielo de Moguer se irá apagando,
y morirá Platero entre escolares náufragos,
las arias tristes, los jardines lejanos,
y el diario del poeta reciencasado,
y el animal de fondo de mi dios deseante y deseado
no saldrá nunca más del camposanto,
y pasarán los años y los años,
y en el rincón vacío de algún aniversario
mi espíritu errará, nostáljico...

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido,
y sin cincuentenario...

Y se quedarán los pájaros cantando.

24.5.08

Pubescencia

Andamos viendo ahora en cuarto de ESO algunos textos de los autores del cincuenta y los alumnos buscan en la red con más o menos desidia o entusiasmo y con mayor o menor fortuna, paciencia o picardía. Ayer, viernes, apenas entré en el aula me gritaron: «MC tiene un poema de Ángel González». «Muy guapo», agregaron. En efecto, unos llevan poemas de Claudio Rodríguez («largo se le hace el día a quien no ama / y él lo sabe»), otros de Jaime Gil de Biedma («que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde»), otros de José Agustín Goytisolo («hijo mío / no sirves para nada», «he pensado en suicidarme y dejar a esos cabrones solos / para que arreglen su ridícula bola como les dé la gana», «te sentirás acorralada, / te sentirás perdida o sola, / tal vez querrás no haber nacido»), etcétera, pero la euforia unánime con que se anunciaba a Ángel González no hacía sino presagiar las obsesiones púberes de cierta adolescencia. Así pues, MC empezó a leer: «Escribir un poema se parece a un orgasmo: / mancha la tinta tanto como el semen, / empreña también más en ocasiones». Algunos alumnos rieron en sordina y otros quedaron atrapados en la palabra ‘orgasmo’ y en la palabra ‘semen’. «Tardes hay, sin embargo, / en las que manoseo las palabras, / muerdo sus senos y sus piernas ágiles, / les levanto las faldas con mis dedos, / las miro desde abajo, / les hago lo de siempre / y, pese a todo, ved: / ¡no pasa nada!», siguió leyendo MC por entre el silencio y las miradas escolares más atentos y atónitos que Ángel González haya imaginado nunca. ‘Manosear’, ‘morder senos’ y ‘levantar faldas’: qué polisemia intensa. «Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo: / “Lo digo y no me corro”. / Pero él disimulaba», terminó MC. Clímax y apoteosis en el punto final, el ‘no me corro’ de Vallejo reciclado en humor por Ángel González elevó al máximo nivel la conciencia erótica de la audiencia, las risas y la perplejidad. «¡Otra vez! ¡Otra vez!», dijeron.

11.5.08

Liceo

Como la escuela aristotélica estaba en las cercanías del templo de Apolo Licio, de donde por contigüidad le vino el nombre, no cabe dudar de que la palabra «liceo» (que también vale para los centros de enseñanza secundaria o institutos) proviene, por vía etimológica, de un atributo del dios Apolo, ya sea λυκειος, ‘luminoso’, ya sea λυκιος, ‘matador de lobos’. Y, como, al fin y al cabo, todo surgió por el azar de la metonimia, no merece la pena apostar por uno u otro origen. Sin embargo, en vista de que son muchos los que consideran más razonable lo primero, porque Apolo era dios del sol y por la identificación metafórica de la luz con el conocimiento, yo prefiero la segunda opción. Tal vez no haya relación alguna entre la sabiduría y los lobos, lo ignoro, pero, como las palabras «licántropo» (hombre-lobo) y «licantropía» (transformación del hombre en lobo) sí provienen de λυκος, como el más perezoso estudiante de filosofía sabe que «homo homini lupus» y como la paideia, en fin, se debate entre la licantropía neocón (o transformación del niño en lobo, que el pez grande se come al chico y la vida ahí fuera es dura, cruel, salvaje, etcétera) y el humanismo (que es la neutralización o extirpación del prefijo del licántropo), tal vez convenga reivindicar la tarea pedagógica como más apta para λυκιος, matador de lobos, que para λυκειος, maestro ciego de tanta vana luz.

8.5.08

Grafito

Paseando a la deriva por calles estrechas, en las traseras amplias de un edificio antiguo renovado, encuentro un muro recién pintado, una de esas paredes ciegas que apenas se pueden contemplar en su totalidad, porque el trazado del circuito medieval urbano impide todo afán de perspectiva. Tampoco, desde luego, la pintura fresca, la inmediatez suave del color, la pulcritud de tan reciente enjalbegado son atractivo suficiente, más allá de la novedad o la sorpresa, como para procurarse ejercicios turísticos de gran angular. Sin embargo, dos días después, repitiendo el paseo (porque el hombre se habitúa y cede pronto a la costumbre, sigue las huellas de los días, se deja vencer por la insinuación del surco en la perplejidad del laberinto), el muro ofrece otra pintura. Alguien ha escrito con trazos gruesos negros de esprái una palabra: «Puta». Cabe pensar que la blancura de la pared, su candor reciente, se levanta en el casco antiguo como provocación, una incitación a la blasfemia gráfica. Tal vez el hombre no soporta la perfección, que es una antítesis del ser, e, impulsado por naturaleza a mancillar la estela de sus simulacros, cumple con la obligación de proclamar su soberanía violenta frente a las debilidades del entorno. Tal vez, en fin, el artista del grafito lleva en el corazón un desengaño amargo, el escozor de una soledad impuesta, el énfasis de su fragilidad, un nombre propio de mujer. En cualquier caso, sea enunciado o insulto, reclamación o grito, dogma de vida o resumen del fracaso, la palabra «puta» se enseñorea con la nitidez y la contundencia que le proporciona el casco antiguo y el fulgor luminoso del viejo muro, campo de batalla idóneo para expresar la conjunción del animal y el hombre, el lenguaje y el aullido.

2.5.08

Simulacro

I ..........

En las brasas de la tarde
el 2-A reflexionaba:
tanto saber y saber
para nunca saber nada.

II ..........

Luz del ser: ¡sabiduría!
¡Qué selección natural!
Libros, fórmulas, esquemas.
Clase plena: es el 2-A.

III ..........

Recia estirpe de estudiantes,
transidos de negra luna,
los alumnos del 2-A
suben por la noche oscura.

IV ..........

No, aún no eres el dios-A,
eres la esencia tan sólo
del nombre que yo he creado
para ti desde lo hondo.

V ..........

El 2-A interroga
al crepúsculo lánguido
por Minerva que huye
hacia el Olimpo pálido.


Florilegio lúdico, escolar, apócrifo y, en pura etimología, paródico (παρώδïα, de παρα = ‘para’ [similar] y ώδή = ‘ode’ [canto, oda]) de la poesía castellana del primer tercio del siglo xx.